No sé cómo, el otro día me puse a escribir un texto
pensando, justamente, por qué escribo. Comencé con el fin de dar ciertas
fundamentaciones y arribar a alguna conclusión, o al menos acercarme a eso. Se iban sumando palabras, que iban formando párrafos, el
tiempo pasaba, y el cierre estaba distante todavía. En eso, sonó el timbre y me
tuve que ir. El texto quedo incompleto y en cada intento de retomarlo para
finalizarlo encontraba mayores dificultades para hacerlo. Cada vez tenía menos
sentido todo lo escrito y, aunque todo seguía atado a lo que pienso y siento,
no tenía la menor idea de cómo llegar al punto final.
Me sentí confundido, como en tantas otras ocasiones, y ahí
me di cuenta por qué escribo. Escribo porque estoy confundido, porque cuando
busco una respuesta termino con más preguntas, porque cada vez tengo menos
certezas. Entonces, recordé que hace un tiempo había escrito algo sobre la
confusión, sin saber para qué.
Confundido. Confundido, de confusión. Confusión, de acción
y efecto de confundir. Porque una confusión es una mezcla de cosas, en donde
las líneas se vuelven difusas, y aquello tiene que ver con esto, y esto no sé
qué es. Pero, principalmente, confundido porque la confusión implica perturbar,
desordenar. No poder explicarse, no poder explicar. Pero intentar.
2 comentarios:
lo curioso es que, si hubiera que basarse en la definición de "confusión" que brindaste, estar confundido es algo muy bueno. y que, aparte, te hace sentir que estás vivo.
Sin duda que cada uno le da el significado a las palabras, al decirlas, al escucharlas, o al callarlas. Seguramente, a priori, todos pensamos que sentirnos confundidos es malo o algo no deseado. No sé si es bueno o malo, pero si creo que en muchos casos es lo más sensato, lo más saludable.
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