Hace tiempo que no me sentía viviendo en una
Argentina tan argentina. Escuchando el discurso del 25 de Mayo de nuestra Presidente
me di cuenta que estamos siendo liderados por lo más argentino que tenemos, y
frente a ello tomamos, o reafirmamos, nuestras posturas más características. Hoy
nos encontramos con en ese confort que tanto queremos, el de poder opinar de
todo sin tener la menor idea de lo que estamos diciendo. Justificando todo por
el amor o el odio que Cristina
despierta en cada uno de nosotros. Porque ella pasa mucho tiempo hablando de
cosas que no conoce a fondo, pero la pilotea metiendo, de vez en vez, algo de
lenguaje técnico. Y el chamuyo nos encanta, su chamuyo nos encanta, porque nos
permite chamuyar a nosotros también. Por eso, en lo único en que todos nos
ponemos de acuerdo es en que Cristina es una excelente oradora.
A veces, creo que Cristina es la síntesis de nuestra
sociedad. Es quien destaca en su discurso estar al frente del momento más
importante de la historia argentina, del período de mayor crecimiento
socioeconómico en estos 202 años de vida. Alguien que no espera a que sea el
tiempo, la gente, la historia, la que diga si este es, o no, el mejor momento.
Alguien que se autodeclara como el gobierno más apto que ha tomado el mando sobre
estas tierras -el de ella y el de él- y así
nos facilita las conclusiones. Para evitar que otros medios nos persuadan, ella
nos tira la posta. Porque no hay ningún espacio abierto de discusión, no hay
conferencias de prensa, ni entrevistas en programas no oficiales. No hay medios
neutros, ninguno, o son oficiales o responden a los intereses de La Corpo. "Vos mentís; siempre, en todo", parece decirse a todo lo
contrario. Entonces, "Yo no miento.
Siempre digo la verdad", es con lo que validan sus sentencias.
En este entorno, Néstor Kirchner se convierte en uno
de nuestros más grandes próceres de la historia argentina, con innumerables honores
rendidos a su nombre. Porque, como todo gran héroe, es alguien que dio su vida
por su patria. Sabemos que somos un pueblo sin memoria, porque no nos acordamos
quienes estaban en el gobierno cuando nos cansamos y gritamos ¡Que se vayan todos!,
y todavía pensamos que en el 2001 cambiamos, victoriosamente, nuestra historia.
Es que el tiempo se mueve muy rápido, y nos marea, y no sabemos si los que hoy
defienden la nacionalización de YPF son los mismos que participaron en su
privatización. ¿Son los mismos o son
otros? No sabemos, pero por las dudas festejamos nuevamente. Porque no hay
tiempo para esperar a ver el cuadro a la distancia y determinar si Kirchner fue
un político ejemplar o no, porque no importa si su muerte fue azarosamente
circunstancial o no; él es Él, y es un héroe.
Pero no todos opinan así, porque Cristina también es
una bruja, la peor de todas. Es el Grinch que nos vino a robar la posibilidad de
pasar la navidad económica con la que soñamos, porque a pesar de que por todos
lados vemos países que van al muere culpa del libertinaje financiero (caso
España, caso Grecia) ninguna intervención del Estado es buena. Cualquier acción
en este sentido, automáticamente, nos teletransporta a Cuba. Sólo queremos
seguridad jurídica y financiera; para nosotros, no importa si no es para todos.
Queremos irnos de shopping afuera pero que nuestros hijos vayan a universidades
públicas, porque la educación, la salud y la compra de dólares son derechos
básicos. Porque nos duele más pagar los impuestos que pagar el cable. No
queremos mantener un Estado ineficiente, queremos un salvador que solucione
todos nuestros males. Entonces, buscamos gobiernos bien personalistas, buscamos
a alguien con el caracter y el poder para ponerle los puntos a cada sector, a
cada uno de nosotros, pero esperando que no hagan un uso hegemónico del poder
que les dotamos.
Pero digo que Cristina es la más argentina de todos porque
despierta pasiones, produciendo amor incondicional y odio visceral a discreción.
Nos resulta difícil tomar posturas políticas, económicas y sociales, porque
para eso hay que leer, escuchar, asimilar, dudar, debatir y estar atentos a no
haber optado por una elección errónea. Pero ella, una vez más, sale con uno de
esos discursos que tanto le gustan -y que tanto nos gustan-, y nos simplifica
lo complejo. Tal vez sea muy pendejo insolente para hablar de esto, pero no
creo que hayan existido tantos momentos en los cuales sea tan fácil estar "involucrado"
mínimamente en política (refiriéndome siempre a períodos democráticos en los
que se haya podido pensar y hablar). Es que la gran mayoría ya tiene una
postura definida frente a cada tema que salta en la opinión pública.
Imagen tomada de http://revistabarcelona.com.ar del 16 de enero de 2013
Tenemos a los que apoyan todas las decisiones y
repiten todas las fundamentaciones oficiales; y por otro lado, a los quienes
contrarían todo, defendiendo intereses que, en muchos de los casos, sean
realmente perjudiciales para ellos mismos. Pero no importa, no importa que
tengamos sentimientos que nos enceguecen, porque somos un pueblo apasionado. Es
que esto nos enciende casi tanto como el fútbol, porque "el fútbol no entiende de razones", y aunque nuestro
equipo sea el peor del mundo vamos a querer que gane. Entonces, nos
entusiasmamos y nos ponemos la camiseta, no importa cuál. Y esto ya se vive
como un clásico memorable, con gente de todo tipo a cada lado: estudiantes,
empleados, empresarios, desocupados, jóvenes, estancieros, adultos, peronistas,
radicales, lo que se nos ocurra hay, K y anti K, alentando y abucheando
constantemente.
Estamos dentro de un estadio colmado de gente, sin espacios para una verdadera discusión. Donde solo habita un debate encapsulado en el
que nada se debate, que no es más que conjunción de monólogos. Hasta con el
vocabulario se busca emular épocas pasadas, despertando sentimientos
somnolientos para iluminar las zonas grises -más bien negras- de cada bando. Y no es más que un griterío;
que gorilas o montoneros, que zurdos o vendepatrias, que verdad nacional y
popular o intereses oligárquicos. Pero este griterío polariza aún más nuestra
sociedad y, en este entorno fanatizado, crecen las nuevas generaciones que van
ingresando a las tribunas. Hasta hace algún tiempo era muy difícil encontrar un
pibe de 16 años que hable de política o que, al menos, le interese el tema. Hoy no es raro encontrarlos
"militando", idolatrando al movimiento montonero o repitiendo
planteos derechistas que dan vergüenza ajena.
Siempre nos gustaron los extremos. Se ve que no
aprendimos nada en todos estos años. O será que nos gusta vivir en un ambiente
de conflictivo y de violencia. Porque así, como unos giles, nos entretenemos, puteándonos
como en la cancha, enfrentándonos al pedo, repitiendo el discurso que nos bajan
mientras que arriba compiten para ver quién tiene la codicia más grande.
Imagen tomada de http://www.revistabarcelona.com.ar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario