domingo, 7 de febrero de 2010

Juan, el insensible

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Ya es casi mediodía cuando un oportuno, aunque inesperado, mensaje de texto hace las veces de despertador para que Juan abra los ojos y salga de la cama. El mensaje es de Valeria,
«¿Qué hacés Juani? ¿Ya estás despierto?». Luego de salir del baño y buscar una toalla limpia para secar su rostro, Juan responde el mensaje recibido. Abre la puerta de la heladera para tomar un poco de agua y ve que no hay mucho que comer; algunos cortes de carne congelados, mayonesa, y una caja de leche. Se lamenta por haber dormido hasta tan tarde, hacer cola en la caja del supermercado, en medio de gente completamente desconocida que está apurada porque ya es hora de almorzar y ha pospuesto la compra de víveres hasta último momento, no es una de las actividades más gratificantes para comenzar el día. También hace falta comprar lavandina, aunque a esto no lo piensa sino después de haber cerrado la heladera.

Al salir del edificio el celular de Juan suena nuevamente,
«Bueno, suerte en el súper, ja. A la tarde me gustaría que nos juntemos a charlar ¿Podés?». Se alegra por recibir otro mensaje y guarda el celular en el bolsillo de su pantalón. Responderlo mientras espera ser atendido en el supermercado parece ser buena idea. Antes del atardecer, el timbre se escucha dos veces. Valeria siempre es muy puntual y siempre toca dos veces. Juan abre la puerta y sugiere ir a tomar algo, ir a algún bar cercano, no le gusta estar encerrado en su departamento todo el día.

Después de ser atendidos por un joven mozo, seguramente estudiante universitario, y habiendo finalizado la conversación que surgió en el camino, Valeria comienza a hablar sobre el motivo central del encuentro. Ella le cuenta sobre lo bien que se siente cuando están juntos, lo reconfortante que fue conocer a alguien que le de la libertad y le tenga la paciencia que ella necesitaba para superar su última relación amorosa, que había resultado bastante traumática para ella, pero – siempre hay un pero latente en conversaciones de este estilo – le confiesa que estuvo pensando mucho durante los últimos días y que, considerando el tiempo que llevan juntos, es necesario tomar una decisión. Con palabras, más o menos sutiles, le ofrece elegir entre dos opciones: o la relación avanza y se torna más formal, o lo mejor sería distanciarse por un tiempo para aclarar sus mentes y pensar realmente lo que cada uno quiere. Juan le menciona todo lo bueno que ve en ella y en la relación y, con cierta duda, termina escogiendo la segunda alternativa. Ninguno se siente feliz con el resultado y, antes de dejar el bar, se saludan con un beso en la mejilla, no con el beso apasionado de hace apenas unos minutos. Cosa rara esa pasión.

Pasan un par de semanas. Juan se reúne con dos amigas y van a tomar unos mates a la Plaza de la Intendencia. Mientras él busca una bombilla dentro de su mochila escucha que sus amigas saludan a alguien que pasa por allí. Cuando finalmente encuentra el indispensable tubo metálico que estuvo buscando durante muchos segundos más de los que normalmente son necesarios, le pregunta a sus amigas:

- ¿A quién saludaron recién?
- Era Valeria…, contesta María, siempre
lengua floja, con una inseguridad que se nota en su tono de voz.
Juan levanta la cabeza y, mirando a lo lejos, indaga nuevamente:
- ¿El que camina a su lado es Sergio?

María responde con un tajante
«Sí». Sergio es un compañero de Valeria, se la viene encarando desde que se conocieron en el cursillo de ingreso.

Mientras prepara el mate, a Juan se le pierde la mirada en el paquete de yerba.
«Esos dos ya deben estar de novios. Siempre me miró feo a pesar de fingir que estaba todo bien entre nosotros. Seguro que lo primero que le pide a Vale es que me elimine de su celular y del Messenger. Con esa cara, indefectiblemente debe ser el clásico novio inseguro que le pide a su novia que borre de los medios de comunicación más usuales al último hombre con el que estuvo. Y está bien, no va a pedirle a los de Telecom que quiten mi dirección y número de la guía telefónica y, mucho menos, va a convencer a Vale para que se golpeé la cabeza contra la pared hasta que se olvide donde vivo».

- ¡La puta madre!
- ¿Qué pasa? Pregunta Julieta, su otra amiga.
- No, nada. Nada…

Entre las chicas hay una mirada cómplice que dura poco más de dos segundos, hasta que María lo mira dulcemente y le dice:

- No te hagas drama Juancito, capaz que entre ellos no pasa nada. Ella nunca le dio bola…

Pancho no presta mucha atención a lo que su amiga dice y ceba el primer mate pensando:
«¿Y ahora, cómo consigo la dirección de e-mail o el teléfono?».

A Juan siempre le gusto mucho Virginia, una amiga de Valeria que es realmente una belleza.
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