martes, 17 de mayo de 2011

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Este es un espacio para la escritura y la reflexión, aunque yo no soy escritor y a las diez flexiones ya me empiezan a doler los brazos – ni la pluma ni el gimnasio son mi fuerte. Habiendo aclarado que no soy escritor, al menos no en el sentido estricto que le doy a la palabra, puedo confesarles que justamente con ellas tengo problemas, con las palabras. Cuando quiero explicar alguna idea o sentimiento complejo, empiezo a dar vueltas balbuceando frases inconexas mientras voy buscando las palabras justas para evitar malos entendidos o ambigüedades y al final no digo nada. Además, utilizo el “y nada…” como una especie de conector entre frase y frase para que no parezca que estoy diciendo oraciones azarosas, rebosantes de palabras inconexas, al mejor estilo Giordano. De esta manera, el que está conmigo no me entiende, y yo no entiendo por qué no me puedo hacer entender. En cambio, al escribir no sé si me expreso mejor o no, pero, al menos, no veo las caras de confusión.
Una vez, escuche en un programa de televisión, de esos que pasan a la siesta, creo que era el de Polino, que «las palabras son sólo rótulos que se adhieren a las cosas, no son cosas, nunca sabrás como son las cosas, ni siquiera qué nombres son en realidad los suyos, porque los nombres que les das no son más que eso, el nombre que le has dado». Probablemente sea por eso que me cuesta tanto cumplir con esa consigna, tan en boga, de definirte con una sola palabra. No creo poder definirme ni en cien, ni en mil. La manera más sensata de describirme con una palabra sería usando mi nombre propio; pero esto, además de poder considerarse como una manifestación de egocentrismo, resultaría muy vago y ambiguo, ya que hay mucha gente con mi nombre – que ahora resulta impropio. Por tanto, se interpretaría que soy igual a todas las personas con las que comparto el nombre, cosa que, como todos bien sabemos, no es así porque todos somos únicos y especiales, como todos los demás.
Así es que, no pudiéndome definir con una sola palabra, debo recurrir a dos: Félix Ornot. Hoy soy Félix.