lunes, 27 de febrero de 2012

Ese incesante goteo

La sociedad, nuestra sociedad. ¿Cuántas veces escuchamos hablar sobre sus defectos, sobre cómo en otros países ciertas cosas no pasan, o no pasarían? Dentro de la pila inmensa de artículos publicados sobre estos temas, creo que hay mucho escrito para rellenar el suplemento del domingo, mucho de ese estúpido sentimiento de que todo lo ajeno es mejor, así como otro tanto de devoción por el "primer mundo" y de frustración por no ser todo lo europeo que deberíamos. Pero también me parece que hay algunas críticas muy certeras - y por ello tan incómodas - como, por ejemplo, Inepsia, de Martín Caparrós.
Todos tenemos nuestros defectos y al ser seres sociales, supongo, que eso impacta en la sociedad que conformamos. Como también todos somos diferentes, compartiendo a su vez muchas preferencias o intereses comunes, debemos ser tolerantes, e incluso alentar la diversidad. Justamente es esto lo que nos hace que seamos seres humanos y no arvejas, o un gran lote de botones fabricados en serie. Sin embargo, cada vez me indigno más frente a muchos de los aspectos que, lamentablemente, son característicos de nuestra sociedad que se manifiestan a través de las conductas de los individuos que la componen.
Aclaro, de todos modos, que no me refiero a si la mayoría de la gente mira a Tinelli, o vota a Macri, o si - como una vez dijo una amigo - muchos hombres pasan toda su tarde libre dejando impecable su auto mientras su mujer y sus hijos están encerrados en la casa. Toda esta falta de razonabilidad - por decirlo de algún modo - que algunos podemos encontrar, en última instancia, se podría resolver argumentando una simple cuestión de gustos. Yo, por ejemplo, detesto el melón, por lo cual cada vez que paso frente a una verdulería y veo a alguien comprando uno pienso: "¿Cómo puede estar comprando un melón? ¿Cómo puede ser que la gente elija y pague por comer melones con el gusto horroroso que tienen?". Supongo que algo similar sería explicación suficiente, o al menos válida, para los comportamientos antes mencionados.
Cortando con el preámbulo, en un intento de que esto no quede como una catarsis desesperada de un pibe que llegó caliente de su caminata y se puso a escribir lo que sentía, voy al grano. Creo que hay un modo simple de demostrar que una gran parte de nuestra sociedad está compuesta por un grupo de personas a la que el resto de la gente le chupa un huevo, y para eso sólo basta con salir a caminar un poco. Probablemente, el acto más característico o tradicional de este grupo sea el de ensuciar negligentemente su ciudad, arrojando a su paso diversos envoltorios y envases o dejando su basura en las veredas, en cualquier lugar y a cualquier hora. Pero hoy hay algo que me molesta mucho más, y es la gente que tiene sus aires acondicionados descargando sobre las veredas, en una muestra constante de que no están dispuestos a hacer un mínimo esfuerzo para nada que no se traduzca en su beneficio personal directo. Supongamos que el que tira un papel en la calle no se da cuenta de que está ensuciando su ciudad, porque la ciudad ya está sucia, porque en medio tantos papeles con una simple mirada no aprecia que su aporte es relevante, porque no sabe si esa es la botella que tiró el día anterior o si está ahí por el "descuido" de otra persona; pero cuando uno sale de su casa (o negocio) y nota que la vereda está mojada, que los transeúntes tienen que esquivar el trayecto del goteo y el charco que eso genera, y no hace nada al respecto, sólo quedan dos opciones: o es un idiota que no cuenta con suficiente entendimiento para darse cuenta del perjuicio que genera, o simplemente le chupa un huevo.
Afortunadamente la idiocia y la demencia no son tan habituales en nuestra sociedad, no así la indiferencia, la inepcia constante. Realmente me cuesta imaginar el razonamiento de estas personas, ¿cómo no les da vergüenza saber que es su aire acondicionado está molestando a tanta gente? ¿cómo no suben corriendo a cortar el incesante goteo de su negligencia? Tal vez parezca muy poca cosa. Yo creo que poca cosa es la solución: conectar la manguerita del aire acondicionado a un desagüe o a un bidón, y vaciarlo cuando se llene, o al encender o apagar dicho aparato. Antes tenía presente algunos casos puntuales, como el de las oficinas que están a la vuelta de mi casa. El edificio está justo en una esquina céntrica de la ciudad y en la planta baja hay un supermercado, por lo que es mucha la gente que cada vez que hace calor tienen que andar esquivando lo que parece ser una nube o una manada de guanacos escupiendo todo el día. Pensaba que sólo era eso, unos cuanto desgraciados casualmente agrupados. Sin embargo, los últimos calores y la masificación del uso de los aires acondicionados dejan en evidencia, en mi opinión, que el grupo de gente a la que el resto le chupa un huevo es mucho más grande de lo que pensaba. Por tanto, cuando observamos que ciertas acciones se repiten con frecuencia, que hay una estandarización en el comportamiento de los individuos, podemos decir que eso forma parte de la cultura popular de esa sociedad. Nuestra sociedad, nuestra cultura. Una cultura con goteras.